Intentar montar un estudio de diseño y fotografía es algo complicado. Y no me refiero al material que se requiere, que es caro, variado y abundante. Tampoco me refiero al hecho de no tener una cartera de clientes con los que empezar a amortizar la inversión. Ni tan siquiera me refiero a la total ausencia de prestigio o reconocimiento que te otorga haber ganado algún concurso, por pequeño que sea. No, me refiero quizá a algo mucho más banal y superfluo: determinar la imagen de tu proyecto.
Sí, algo aparentemente tan nimio como un nombre y un logotipo se convierte en un verdadero quebradero de cabeza. Y es que, en cierto modo, tú eres tu primer cliente y, al primer cliente, debes dejarlo satisfecho. La imagen de tu estudio será tu primera imagen del porfolio. El proyecto que todo posible cliente verá… y eso añade presión.
Nobody Studio no fue el primer nombre que barajamos. Hubo otros nombres que, simplemente, nos sonaban bien, pero que difícilmente éramos capaces de justificar. De hecho, llegamos a crear toda nuestra imagen alrededor de otro nombre: Eleven Productions. Pero pese a no desagradarnos el resultado final, todo el trabajo flaqueaba, resultaba muy endeble… y es que habíamos empezado la casa por el tejado. Cuando se elige el nombre que representará una marca, esa palabra o motivo, debe tener la fuerza intrínseca suficiente para convencer.